Lejos han quedado los tiempos en que junto a los estrenos cinematográficos, las salas nos regalaban de aperitivo piezas de pequeño tamaño con las que calentar los motores de la emoción del estreno de turno. La industria tendía así la mano a los directores noveles para darse a conocer y presentarse en el sector. A ello ayudó también el hecho de que las pequeñas piezas tuvieran su espacio en los premios anuales de las diferentes academias del cine o incluso que encontrarán su hueco en los grandes festivales como Sundance o Cannes o incluso surgieran festivales dedicados específicamente a las obras de pequeño tamaño, algunos tan reconocidos como el Palm Springs en Estados Unidos o el de Clermont Ferrand en Francia.
El cortometraje ha servido de rampa de experimentación y pruebas de los directores más reconocidos. Desde las obras de Charles Chaplin en cortos como The Tramp o The Champion, a una de las grandes obras iniciáticas del cine como es Viaje a la Luna de George Meliés. Pasando por obras tan sugerentes como la experimental The Big Shave de Martin Scorsesse, el homenaje a Edgar Allan Poe de Tim Burton en su corto de animación Vincent, los delirios conceptuales o paranoicos de Christopher Nolan en Doodlebug o de David Lynch en The Alphabet. Cualquier joya de este pequeño metraje de entre las anteriores anticipaba ya el genio de estos afamados directores.